El concepto de calidad de vida en las personas con discapacidad intelectual es una de las temáticas que se trataron en el Curso de atención a la discapacidad intelectual, organizado por el Centre Psicopedagògic Mare de Déu de Montserrat y la Fundación para la Investigación y la Docencia Maria AngustiasGiménez (FIDMAG). Estas sesiones formativas, que se llevaron a cabo durante todo el mes de marzo en el centro de Hermanas Hospitalarias en Caldes de Malavella, fueron impartidas por profesionales de la Congregación con el objetivo de actualizar los conocimientos de los cuidadores directos (educadores, enfermeros, psicólogos, etc.) de los usuarios del Servicio de atención a este colectivo.
El Centre Psicopedagògic Mare de Déu de Montserrat aplica en la atención que ofrece a sus usuarios un modelo de calidad de vida de ocho dimensiones (Schalock y Verdugo, 2002-2003). Este concepto se basa en las condiciones de vida deseadas por una persona en relación a ocho necesidades fundamentales: el bienestar emocional, las relaciones interpersonales, el bienestar material, el desarrollo personal, el bienestar físico, la capacidad de decidir por un mismo (autodeterminación), la inclusión social y el reconocimiento de los derechos de los usuarios.
Elisenda Bernatallada, psicóloga del centro, explica que cuando se empezó a aplicar esta concepción de calidad de vida al Centro supuso un cambio muy importante en la rutina diaria de los profesionales: “El hecho de tener en cuenta y poder garantizar estas ocho dimensiones en el programa individual de cada persona con discapacitado intelectual comportó la necesidad de integración y trabajo coordinado, además de una intensa tarea de formación de los cuidadores, los cuales tenían que creer en esta idea para poder aplicarla”.
Aun así, en la actualidad, el Centre Psicopedagògic Mare de Déu de Montserrat tiene plenamente consolidado este modelo asistencial a la discapacidad intelectual. En este sentido, se llevan a cabo multitud de acciones para fomentar la capacidad de elección de los usuarios según sus preferencias (la ropa que quieren ponerse, alimentación, etc.); las relaciones con usuarios del Centro y con la comunidad (ir a la biblioteca y piscina municipales, al mercado, excursiones en la playa, etc.); el aprendizaje de nuevos conocimientos (utilización de los ordenadores de que dispone la Institución, etc.); la asunción de responsabilidades (gestionar su dinero, tener cura del perro del Centro, etc.); la presa de conciencia de los derechos individuales (poder tener una relación de pareja, poder escoger el estímulo sensorial que más los gusta, etc.), entre otros.
Hay que tener en cuenta que estas ocho dimensiones que contempla el modelo de calidad de vida que aplica el Centro están estrechamente ligadas y, muchas veces, una sola acción repercute en varios aspectos de la persona. Por ejemplo, Elisenda Bernatalladaexplica que el hecho de dar dinero al usuario le permite tomar determinaciones por él mismo (decidir en que quiere invertirlos), pero también puede repercutir en sus relaciones interpersonales (si se los gasta yendo al cine con un compañero) o en su desarrollo personal (si se compra un libro). “El más importante de la atención que ofrecemos es dar a cada cual las herramientas necesarias para poder desarrollarse teniendo en cuenta las propias capacidades. Sólo así podremos garantizar una buena calidad de vida a la persona con discapacidad intelectual”, concluye la psicóloga.